Enredada.

Un nuevo día, un nuevo aliento, todavía las sombras cuelgan del collar de perlas, pero aun así las perlas brillan, siguen tan blancas como al principio. Las ilusiones impregnan la mirada de deseos que tal vez nunca sean, pero aun así son tan hermosos, son bellísimos, igual que el mar verde que conocí cuando tenía 8.  

Los tacones negros siguen esperando empolvados bajo la cama, esperan a que vaya a reunirme con él, a que lo abrace y me hunda en ese par de ojos verdes infinitos que ya no salen de mí. Recuerdo que reíamos como locos cuando esperábamos en la parada a un bus que no pasaba por ahí, te abrazaba y me picaba la nariz porque el perfume que usabas me daba alergia, y pienso de nuevo, y no sé qué hacer con tus manos delicadas que alguna vez se sumergieron en mi pelo, no sé qué hay aquí, dejamos un desastre porque ambos éramos torbellinos fugitivos.  

La oscuridad a veces logra ganarle a mis palabras frágiles, pero yo sé escalar pozos profundos, ya no necesito manos que me ayuden, esas manos del principio, no estaban al final; entonces aprendí a escalar sola y aprendí a encender la luz para ver el arcoíris después de la lluvia. Oh, ahora es tan distinto, no es mejor, pero si es distinto, a veces me siento satisfecha y otras desdichada, pero ahora sé que los sucesos fluyen como la corriente y pasan siempre por paisajes  a veces conocidos. Tal vez no soy la mejor ni la más bella, pero cuando quiero, puedo ser la más dichosa.

 

A veces nos gustaría amar a determinada persona, incluso podemos comprobar que la persona tiene todos los atributos para que la amemos y no ocurre. - Efraim Medina.