Este texto no es mío, pero él supo escribir lo que siento yo.
Tomado de “Destinitos Fatales” Andrés Caicedo Estela
Odio a mi cuerpo y mi alma, dos cosas importantes,
rebeldes a los cuidados y normas de la maldita sociedad. Odio mi pelo,
un pelo cansado de atenciones estúpidas, un pelo que puede originar las
mil y una importancias en las fuentes de soda. Odio la fachada de mi
casa, por estar mirando siempre con envidia a la de la casa del frente.
Odio a los muchachitos que juegan fútbol en las calles, y que con
crueldades y su balón mal inflado tratan de olvidar que tienen que
luchar con todas sus fuerzas para defender su inocencia. Sí, odio a los
culicagados que cierran los ojos a la angustia de más tarde, la que
nunca se cansa de atormentar todo lo que encuentra… para seguir otra
vez así: con todo nuevamente, agarrando todo, todo !. Odio a mis vecinos
quienes creen encontrar en un cansado saludo mío el futuro de la
patria. Odio todo lo que tengo de cielo para mirar, sí, todo lo que
alcanzo, porque nunca he podido encontrar en él la parte exacta donde
habita Dios. Conozco un amigo que le da miedo pensar en él,
porque sabe que todo lo de él es mentira, que él mismo es una mentira,
pero que nunca ha podido –puede- podrá aceptarlo. Sí, es un amigo que
trata de ser fiel, pero no puede, no, lo imposibilita su cobardía.
Odio a mis amigos… uno por uno. Unas personas que
nunca han tratado de imitar mi angustia. Personas que creen vivir
felices, y lo peor de todo es que yo nunca puedo pensar así. Odio a mis
amigas, por tener entre ellas tanta mayoría de indiferencia. Las odio
cuando acaban de bailar y se burlan de su pareja, las odio cuando tratan
de aparentar el sentimiento inverso al que realmente sienten. Las odio
cuando no tratan de pensar en estar mañana conmigo, en la misma hora y
en la misma cama. Odio a mis amigas porque su pelo es casi tan
artificial como sus pensamientos, las odio porque ninguna sabe bailar go
go mejor que yo, o porque todavía no he conocido a ninguna de 15 años que
valga la pena para algo inmaterial. Las odio porque creen encontrar en
mí el tónico ideal para quitar complejos, pero no saben que yo los tengo
en cantidades mayores que los de ellas… por montones. Las odio y no lo dejo de hacer porque las quiero y aún no he aprendido a
amarles.
No sé, pero para mí lo peor de este mundo es el
sentimiento de impotencia. Darse cuenta uno de que todo lo que hace no
sirve para nada. Estar uno convencido que hace algo importante, mientras
hay cosas mucho más importantes por hacer, darse cuenta que se
sigue en el mismo estado, que no se gana nada, que no se avanza terreno,
que se estanca, que se patina,
no poder uno multiplicar talentos, estar uno convencido de que está en
este mundo haciendo un papel de estúpido, para mirar a Dios todos los
días sin hacerle caso.
¿Y qué? ¿Busca algo positivo uno? ¿Lo encuentras?
Ah, no. Lo único que hace usted es comer mierda. Vamos hombre, no
importa en que forma se encuentra su estómago, piense en su salvación,
en su destino, por Dios, en su destino, pero esta bien, eso no importa.
¿Qué no? Vea, convénzase: por más que uno haga maromas en esta vida, por
más que se contorsione entre las apariencias y haga volteretas en medio
de los ideales, desemboca uno a la misma parte, siempre lo mismo… lo
mismo de siempre. Pero eso no importa, no lo tome tan en serio, porque
lo más chistoso, lo más triste de todo es que UD se puede quedar
tranquilamente, s u a v e m e n t e, d e f e c á n d o s e, p u d r i é
n d o s e, p o c o a p o c o, t ó m e l o c o n c a l m a…
¡Calma! ¡Por Dios, tómelo con calma!
Odio la avenida sexta por creer encontrar en ella
la bienhechora importancia de la verdadera personalidad. Odio el Club
Campestre por ser a la vez un lugar estúpido, artificial e hipócrita.
Odio el teatro Calima por estar siempre los sábados lleno de gente
conocida. Odio al muchacho contento que pasa al lado y que perdió al fin
del año cinco materias, pero eso no le importa porque su amiga se dejó
besar en su propia cama. Odio a los maricas por estúpidos en toda la
extensión de la palabra. Odio a mis maestros y sus intachables
hipocresías. Odio las malditas horas de estudio por conseguir una
maldita nota. Odio a todos ellos que se cagan en la juventud todos los
días.
¿Es que sabes una cosa? Yo me siento que no
pertenezco a este ambiente, a esta falsedad, a esta hipocresía. Y ¿Qué
hago? No he nacido en esta clase social, por eso es que te digo que no
es fácil salirme de ella. Mi familia está integrada en esta clase social
que yo combato, ¿Qué hago? Sí, yo he tragado, he cagado este ambiente
durante quince años, y, por Dios, ahora casi no puedo salirme de él.
Dices que por qué vivo yo todo angustiado y pesimista? ¿Te parece poco
estar toda la vida rodeado de amistades, pero no encontrar siquiera una
que se parezca a mí? No sé que voy a poder hacer. Pero a pesar de todo,
la gloria está al final del camino, si no importa.
La odio a ella por no haber podido vencer a su
propia conciencia y a sus falsas libertades. La odio porque me demostró
demasiado rápido que me quería y me deseaba, pero después no supo
responder a estas demostraciones. La odio porque no las supo demostrar,
pero ese día se fue cargando con ellas para su cama. Yo la quiero
muchacha estúpida, ¿no se da cuenta? Pero apartándonos de eso la odio
porque me originó un problema el berraco y porque siempre se iban con
mis palabras, con mis gestos y mis caricias, con todo… otra vez para su
cama. Pero, tal vez, para nosotros exista otra gloria al final del
camino, si es que todavía nos queda un camino… quién sabe…
Odio a todas las putas por andar vendiendo
añoraciones falsas en todas sus casas y calles. Odio las misas mal
oídas… Odio todas las misas. Me odio, por no saber encontrar mi misión
verdadera. Por eso me odio… y a ustedes ¿les importa?
Sí, odio todo esto, todo eso, todo. Y la odio
porque lucho por conseguirla, unas veces puedo vencer, otras no. Por eso
la odio, porque lucho por su compañía. La odio porque odiar es querer y
aprender a amar. ¿Me entienden?. La odio, porque no he aprendido a amar
y necesito de eso. Por eso odio a todo el mundo, no dejo de odiar a
nadie, a nada…
A nada
A nadie
¡Sin excepción!
Siento mucho odio por todo lo que existe, tal vez porque amo demasiado.
7 comentarios:
El odio es un sentimiento que deberia ser inexistente, aunque como tu dices para odiar primero hay que haber amado demasiado, como para que este cause tal dolor...pero en verdad creo que siempre es mucho mejor quedarte con lo bueno de la vida y lo vivido en ella que el daño que ha podido causarte
no es bueno tanto odio cielo... espero que estes mejor <3.
"A nada, a nadie. ¡Sin excepción!" Dicen que del amor al odio hay un solo paso, nunca lo vivencié... El odio no es bueno, tampoco sé si se evoluciona teniendo tanto odio, pero entiendo tener malos sentimientos hacia algo o alguien... En fin... "...Yo me siento que no pertenezco a este ambiente, a esta falsedad, a esta hipocresía..."
Un abrazo
Odio, a veces tan inconprendido pero tan facil de adquirir.... De sentir y vivir que realmente una vida sin el puede pasar como una no vida..... Es tan parte de este mundo como el mundo mismo y a veces en cantidades tan grandes puede ser destructivo. Pero realmente sucede lo mismo con el amor , no?.... Es parte del mundo y en exceso daña..... Despues de todo los dos son parte de un todo, no existen el uno sin el otro..... Y como tu misma lo dices: uno odia porque ama..... Y uno ama porque odia.... Es cosa de encontrar un equilibrio digo yo........ Y si alguna vez alguien lo encuentra tal vez nos puedan indicar donde comenzar a buscarlo!
Hola, saludos, que tengas un lindo inicio de semana, un gusto visitar tu blog, yo te invito a visitar el mio (El Blog de Boris Estebitan) y leer un poema mio titulado "The Ballad of Boris Esteban", es un poema a la esperanza.
Me ha encantado tanto odio expresado. Andrés Caicedo Estela sin duda ha logrado hacerme sentir identificada a mi también. Soprendente de verdad.
Cuidate hermosa
La oscuridad no existe, es solo ausencia de luz. El odio tampoco existe es solo ausencia de amor. Espero puedas encontrar el amor que necesitas.
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